El cuerpo humano funciona como un todo, muy complejo, billones de células trabajando al unísono para el mantenimiento de la vida, células que con su actividad forman tejidos, tejidos que forman órganos especializados, que funcionarán con otros órganos formando sistemas para llevar a cabo las diferentes funciones para las que han sido seleccionados.
Sistemas interdependientes los unos de los otros para dar como resultante una forma de vida perfecta, la que sobrevive, permitiendo la interacción con el medio, con los objetivos de supervivencia del individuo y de la especie.
Algo que a veces no se tiene tan presente y es que para esta supervivencia es necesario el aprendizaje, la vida y el ser humano están programados, para aprender, adaptarse y pasar este aprendizaje a la siguiente generación. Hoy en día que tenemos la supervivencia muy asegurada el aprendizaje toma importancia.
Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que el cuerpo humano del que disponemos es la respuesta y el resultado de un proceso evolutivo, es decir, es el engranaje que mejor responde al entorno para mantener y propagar la vida.
Está adaptado al medio en el que nace, gracias a toda una herencia evolutiva, el aprendizaje impregnado en el ADN de miles de millones de años de mecanismos aprendidos para sobrevivir, comunicarse con el medio, crecer, mantenerse y propagarse en él.
Esta idea es muy importante, ya que vamos a plantear un modelo de salud que se basa en mantener, con la menor intervención posible, el mejor estado que permita la supervivencia y la capacidad que tenemos para tender hacia un estado saludable.